viernes, 13 de julio de 2007

La vision de las drogas y las adicciones por Burroughs

Indiscutiblemente, la droga nos muestra la manifestación ejemplar de la fuerza de un deseo. Una manifestación tan extrema, sin embargo, que la falta ya no tiene nada que ver con un estado de vitalidad dichosa y se convierte, en cambio, en un estado físico y psíquico atroz. Poco a poco, el deseo ya no encuentra en ella su principio motor sino más bien una exacerbación tan despótica que, en adelante, se aferra a ella sin poder pasar a otra cosa. En lugar de procurar voluptuosidad, la dosis siguiente evita caer en el sufrimiento. De ahí en más, la falta se hará sentir bajo esta forma: un dolor insoportable y a la vez irresistible. El placer, entonces, se transforma en cesación de ese sufrimiento. En no-dolor: en placer negativo”.

W. Burroughs

jueves, 12 de julio de 2007

Realidad, posibilidad, eleccion y conciencia



"Si la realidad es mi posibilidad, la posibilidad de la conciencia misma, entonces de inmediato surge la pregunta de cómo puedo mejorarla, cómo puedo hacerla más feliz.
En las formas de pensamiento anteriores, no puedo cambiar nada porque no desempeño ningún papel en la realidad. La realidad ya esta allí. Son objetos materiales que se mueven a su manera, a partir de vidas deterministas. Yo, el experimentador, no tengo ningún rol, en absoluto.
En la nueva perspectiva, si, la matemática nos puede dar algo; nos da las posibilidades que todo este movimiento puede asumir. Pero no puede darnos la experiencia real que tendré en mi conciencia. Eligió esa experiencia y, en consecuencia, de manera literal, creo mi propia realidad."

Amit Goswami

viernes, 6 de julio de 2007

De la dependencia a la independencia en el desarrollo del individuo (Winnicott)


(Conferencia pronunciada en la Atlanta Psychiatric Clinic, en octubre de 1963)
En este capítulo he optado por describir el crecimiento emocional en los términos del recorrido desde la dependencia hasta la independencia. Si hace treinta años se me hubiese pedido que realizara esta misma tarea, casi seguramente yo me habría referido a los cambios en virtud de los cuales la inmadurez deja paso a la madurez como progresión en la vida instintiva. Habría hablado de las fases oral, anal, fálica y genital. Tal vez las habría subdividido: oral primaria, preambivalente, oral secundaria, sádica oral, etcétera. Algunos autores han subdividido mucho la fase anal. Otros se han contentado con una idea de la fase genital basada en términos generales en el funcionamiento de los órganos de ingestión, absorción y eliminación. Todo esto está bien. Es ahora tan cierto como antes, y puso en marcha nuestro pensamiento y la estructura de la teoría que nos sirve de timón. No obstante, ahora, por así decirlo, lo llevamos en los huesos. Lo damos por sentado, y sólo prestamos atención a otros aspectos del crecimiento, cuando, como de mí ahora, se espera que digamos algo que no reitere exactamente el conocimiento común, o que tome en cuenta los últimos desarrollos de la teoría y de
nuestra postura.
Aunque yo haya optado por considerar el crecimiento en los términos de una dependencia que se convierte gradualmente en independencia, espero que mis lectores concuerden en que esto de ningún modo invalida la eventual descripción del crecimiento en términos de zonas erógenas o de relación objetal.
La socialización Hablamos de la madurez del ser humano no sólo en relación con el crecimiento personal, sino también respecto de la socialización. Digamos que en la salud, que es casi sinónimo de la madurez, el adulto puede identificarse con la sociedad sin un sacrificio demasiado grande de la espontaneidad personal, o bien, a la inversa, que el adulto puede atender a sus propias necesidades personales sin ser antisocial y, por cierto, sin dejar de asumir alguna responsabilidad por el mantenimiento o la modificación de la sociedad tal como se la encuentra. Heredamos ciertas condiciones sociales; se trata de un legado que tenemos que aceptar y, de ser necesario, modificar; esto es lo que finalmente entregamos a quienes vienen después de nosotros.
La independencia no es nunca absoluta. El individuo sano no queda aislado, sino que se relaciona con el ambiente de un modo tal que puede decirse que él y su medio son interdependientes.
El recorrido No hay nada nuevo en la idea de un recorrido desde la dependencia hasta la independencia. Todo ser humano debe hacer este viaje, y muchos llegan a algún lugar no alejado de su punto de destino, a una independencia con sentido social incorporado en ella. En tal caso la psiquiatría tiene ante sí un crecimiento sano, tema que a menudo queda en las manos del estudioso de la educación o el psicólogo.
El valor de este enfoque consiste en que nos permite estudiar y discutir al mismo tiempo los factores
personales y ambientales. En este lenguaje, "salud" significa tanto salud del individuo como salud de la sociedad, y la madurez completa del individuo no es posible en un escenario social enfermo o inmaduro.
Las tres categorías Al estructurar este breve enunciado de un tema muy complejo, encuentro necesarias tres categorías y no dos; no simplemente la dependencia y la independencia, pues me parece útil pensar por separado en:
la dependencia absoluta; la dependencia relativa; hacia la independencia.
La dependencia absoluta En primer lugar llamaré la atención sobre las etapas muy tempranas del desarrollo emocional de todo infante.
Al principio el infante depende totalmente de la provisión física que le hacen llegar la madre viva, el útero o el cuidado al infante alumbrado. Pero en términos psicológicos tenemos que decir que el infante es al mismo tiempo dependiente e independiente. Debemos examinar esta paradoja. Está todo lo heredado, incluso los procesos de la maduración y quizás algunas tendencias patológicas, y tiene una realidad propia, que nadie puede alterar; al mismo tiempo, el despliegue de los procesos de la maduración depende de la provisión ambiental. Podemos decir que el ambiente facilitador hace posible el progreso constante de los procesos de la maduración, pero el ambiente no hace al niño. En el mejor de los casos permite que el niño advierta su potencial.
La expresión "proceso de maduración" se refiere a la evolución del yo y del self, e incluye la historia total del ello, de los instintos y sus vicisitudes, y de las defensas yoicas relacionadas con el instinto.
En otras palabras, una madre y un padre no producen un bebé como un pintor un cuadro o un alfarero un jarrón. Ellos inician un proceso evolutivo del que resulta un huésped en el cuerpo de la madre primero, después en sus brazos, y finalmente en el hogar que proveen los progenitores; cómo será finalmente ese huésped está más allá del control de todos. Los padres dependen de las tendencias heredadas del infante. Podría preguntarse:
"Pero, si no pueden hacer a su propio hijo, ¿qué es lo que pueden hacer?". Desde luego, pueden hacer mucho.
Diré que pueden proveer lo necesario para un niño sano, en el sentido de que es maduro en los términos de lo que significa la madurez en cualquier momento para ese niño. Si tienen éxito en esa provisión, los procesos de la maduración del infante no quedan bloqueados, sino que encuentran sus necesidades satisfechas y pueden pasar a formar parte del niño.
Esta adaptación a los procesos de la maduración del infante es sumamente compleja, les plantea a los padres exigencias enormes y, al principio, es la propia madre la que constituye el ambiente facilitador. En ese momento ella misma necesita respaldo, y quienes mejor se lo brindan son el padre del niño (digamos su esposo), la madre, la familia y el ambiente social inmediato. Esto es absolutamente obvio, pero no por ello menos cierto, y es necesario decirlo.
Le he dado un nombre especial a este estado de la madre, porque creo que su importancia no se aprecia. Las madres se recuperan de este estado y lo olvidan. Yo lo denomino "preocupación materna primaria". No es necesariamente un buen nombre, pero se trata de que hacia el final del embarazo y durante algunas semanas después del parto, la madre está preocupada por el cuidado del bebé (o, mejor dicho, "entregada" a ese cuidado): ese bebé al principio le parece una parte de ella misma; además, se identifica mucho con la criatura y conoce perfectamente bien lo que ésta siente. A tal fin la madre utiliza sus propias experiencias como bebé. De este modo se encuentra también en un estado dependiente y vulnerable. Para escribirlo empleo las palabras "dependencia absoluta" con referencia al estado del bebé.
De este modo la naturaleza hace lo necesario para satisfacer lo que el infante necesita, que es un alto grado de adaptación. Explicaré lo que entiendo por esta palabra. En los primeros días del psicoanálisis, por adaptación sólo podía entenderse una cosa: satisfacer las necesidades instintivas del infante. La lentitud con que algunos han comprendido que las necesidades del infante no se limitan a las tensiones instintivas, por importantes que sean, ha generado muchas concepciones erróneas. Está también todo el desarrollo del yo del infante, que tiene sus propias necesidades. En este punto hay que decir que la madre "no abandona a su infante", aunque puede y debe frustrarlo en cuanto a las necesidades instintivas. Sorprende lo bien que las madres satisfacen las necesidades del yo de sus infantes, incluso algunas madres que no les dan muy bien el pecho y rápidamente lo
reemplazan por el biberón y un preparado.
Siempre hay algunas mujeres que no pueden comprometerse totalmente, como es necesario en esa etapa muy temprana, aunque ésta dura sólo unos meses hacia el final del embarazo y al principio de la vida del infante.
Describiré las necesidades del yo, que son multifacéticas. El mejor ejemplo es la simple cuestión del sostén.
Nadie puede sostener a un bebé a menos que se identifique con él. Balint (1951, 1958) se ha referido al oxígeno del aire, del que el infante no sabe nada. Yo podría recordar la temperatura del agua del baño, que la madre prueba con el codo; el infante ignora que el agua podría haber estado demasiado caliente o demasiado fría, pero da por sentada la temperatura corporal. Hablo todavía de la dependencia absoluta. Se trata de una cuestión de intrusión o no intrusión en la existencia del infante, y deseo desarrollar este tema.
Todos los procesos de un infante vivo constituyen un seguir siendo, una especie de proyecto para el
existencialismo. La madre capaz de entregarse durante un lapso limitado a su tarea natural, puede proteger el seguir siendo del infante. Toda intrusión o falla de la adaptación causa una reacción en el infante, y esa reacción quiebra el seguir siendo. Si la pauta de la vida del infante es reaccionar a las intrusiones, se produce una seria interferencia con la tendencia natural de la criatura a convertirse en una unidad integrada, capaz de seguir teniendo un self con pasado, presente y futuro. Con una ausencia relativa de reacciones a las intrusiones, las funciones corporales del infante proporcionan una buena base para construir un yo corporal. De este modo se estructura la quilla para la salud mental futura.
Vemos que la adaptación sensible a las necesidades del yo del infante sólo dura un pequeño lapso. Pronto la criatura empieza a obtener placer con el pataleo, y a sacar algo positivo de la rabia por lo que podrían denominarse pequeñas fallas de la adaptación. Pero por esa época la madre reemprende su propia vida, que finalmente se vuelve relativamente independiente de las necesidades del infante. A menudo el crecimiento del niño corresponde con total exactitud a la reasunción por la madre de su propia independencia, y estaremos de acuerdo en que una madre que no puede ir fallando gradualmente en esta cuestión de la adaptación sensible falla en otro sentido: debido a su propia inmadurez o a sus propias angustias, falla porque no le da a su infante razones para tener rabia. Un infante que no tiene ninguna razón para la rabia, pero que desde luego lleva en sí
la cantidad habitual de ingredientes de la agresividad, sean ellos los que fueren, enfrenta una dificultad
especial, la dificultad de fusionar la agresión con el amor.
De modo que en la dependencia absoluta el infante no tiene ningún medio de percatarse de la provisión materna.

La dependencia relativa
Así como he denominado "dependencia absoluta" a la primera etapa, llamaré "dependencia relativa" a la etapa que sigue. De este modo puedo distinguir la dependencia que está más allá del alcance del infante, y la dependencia de la que el infante puede darse cuenta. Primero, la madre hace mucho para satisfacer las necesidades del yo del infante pero nada de ello queda registrado en la mente del niño.
La etapa siguiente, la de la dependencia relativa, es un período de adaptación con una falla gradual de la adaptación. La gran mayoría de las madres están dotadas para proveer una desadaptación graduada, y esto engrana perfectamente con los desarrollos rápidos que despliega el infante. Por ejemplo, se inicia la comprensión intelectual, que se desarrolla como una amplia extensión de procesos simples tales como los reflejos condicionados. (Piénsese en un infante que espera la comida. Llega un momento en que el infante puede esperar algunos minutos porque los ruidos de la cocina indican que pronto le darán de comer. Esos ruidos no son simplemente estímulos que lo excitan, sino que se sirve de ellos para poder esperar.)
Naturalmente, la capacidad de los infantes para el empleo precoz de la comprensión intelectual es muy
variable; a menudo demora su aparición la existencia de alguna confusión en el modo como se presenta la realidad. Esta es una idea en la que tenemos que hacer hincapié, pues todo el procedimiento del cuidado del infante tiene como principal característica una presentación regularizada del mundo. Esto es algo que no puede hacerse deliberada ni mecánicamente. Sólo lo logra el manejo continuo realizado por un ser humano, por una mujer que es siempre ella misma. No se trata en este caso de perfección. La perfección es propia de las máquinas. Lo que el infante necesita es exactamente lo que suele lograr: el cuidado y la atención de alguien que sigue siendo él mismo. Desde luego, esto se aplica también al padre.
Debemos detenernos especialmente en el punto de este "ser ella misma" porque hay que trazar una distinción entre la persona y el hombre o la mujer, madre o niñera, que actúa esa parte, tal vez perfectamente bien en algunos momentos, gracias a haber aprendido a cuidar infantes con algún libro o en algún curso. Pero esta "actuación" no es suficientemente buena. El infante sólo puede encontrar una presentación libre de confusiones de la realidad externa si lo cuida un ser humano consagrado a él y a la tarea de atenderlo. La madre irá saliendo de este estado de devoción fácil para ella, y pronto volverá a su oficina, a escribir novelas, o a una vida social junto al esposo, pero por el momento está hundida en esa devoción hasta el cuello.
La recompensa en la primera etapa (de dependencia absoluta) es que el proceso de desarrollo del infante no sufre ninguna distorsión. La recompensa en esta etapa de la dependencia relativa consiste en que el infante empieza de algún modo a percatarse de luz dependencia. Cuando la madre está ausente por un lapso más extenso que el de la capacidad del bebé para creer en la supervivencia de ella, aparece la angustia, que es el primer signo de que el infante conoce. Antes, si la madre estaba ausente, el infante simplemente no podía beneficiarse con la especial habilidad de ella para protegerlo de las intrusiones, por lo cual no quedaba bien establecido un desarrollo esencial de la estructura del yo.
Después de que el infante de algún modo siente necesidad de la madre, aparece la etapa en la que empieza a comprender que la madre es necesaria.
En la salud, poco a poco la necesidad de la madre real se vuelve violenta y terrible, de modo que las madres detestan dejar solos a sus hijos, y están dispuestas a sacrificar mucho para no provocar en ellos malestar y producir odio y desilusión durante esta fase de necesidad especial, que puede decirse que dura aproximadamente de seis meses a dos años.
Cuando el niño tiene dos años, se han iniciado nuevos desarrollos que le dan armas para tratar con la pérdida.
Será necesario referirse a ellos. También hay que tomar en consideración factores ambientales importantes aunque variables. Por ejemplo, puede formarse un equipo madre-niñera, que es en sí un tema interesante de estudio. Puede haber tías, abuelos o amigos de los padres, personas adecuadas que por su presencia constante merecen ser consideradas sustitutos maternos. También el esposo de la madre puede ser una persona importante en la casa, que ayude a crear un hogar; ese padre puede ser un buen sustituto materno, o gravitar de un modo más masculino, brindándole a su esposa apoyo y una sensación de seguridad que ella puede transmitirle al infante.
No será necesario abordar detenidamente estos detalles más bien obvios, aunque sumamente significativos.
Pero se verá que varían mucho; de este modo y en concordancia con ellos se inducen los procesos de
crecimiento del infante.

Caso clínico
He tenido la oportunidad de observar a una familia con tres niños desde el momento de la muerte repentina de la madre. El padre actuó de un modo responsable, y una amiga de la madre que conocía bien a los chicos se hizo cargo de cuidarlos; al cabo de cierto lapso se convirtió en su madrastra.
Uno de esos niños era un bebé de cuatro meses cuando la madre falleció súbitamente. Su desarrollo continuó de manera satisfactoria, sin ningún signo clínico que indicara una reacción. En mi lenguaje, para este bebé la madre era "un objeto subjetivo" y la amiga había ocupado la posición de ella. Más tarde el niño pensaba en la madrastra como si fuera la madre real.
Pero cuando este hermano menor tuvo cuatro años, me lo trajeron porque estaba empezando a presentar diversas dificultades de la personalidad. En el juego de la entrevista terapéutica inventó algo que tenía que repetirse muchas veces. El se ocultaba, y yo introducía una muy leve modificación en, por ejemplo, la posición de un lápiz sobre mi escritorio. Entonces venía él, descubría la leve modificación, se encolerizaba y me "mataba". El niño habría seguido con este juego durante horas.
Aplicando lo que había aprendido, le dije a la madrastra que se preparara para hablarle sobre la muerte. Esa misma noche, por primera vez en la vida, él le dio a la mujer la oportunidad de tocar el tema, y esto llevó a que el niño necesitara conocer exactamente todos los hechos relacionados con la madre de cuyo interior él había salido, y con su muerte. Esa necesidad cobró impulso en los días siguientes; había que repetirle las cosas una y otra vez. Continuó su buena relación con la madrastra, a la que seguía llamando "mamá".
El mayor de los tres hermanos tenía seis años en el momento de la muerte de la madre. Simplemente la lloró como a una persona que era amada. El proceso de duelo le tomó más o menos dos años, y emergió de él con un acceso de robos. Aceptaba a la madrastra como madrastra, y recordaba a su madre real como a una persona tristemente perdida.
El hermano intermedio tenía tres años en el momento de la tragedia. Se encontraba en una fuerte relación positiva con el padre, y se convirtió en un caso psiquiátrico, necesitado de psicoterapia (unas siete sesiones a lo largo de un período de ocho años). El hermano mayor dijo de él: "No le hablamos del nuevo casamiento de papá porque él cree que matrimonio significa asesinato".
Este hermano intermedio se encontraba confuso y era incapaz de manejar con éxito la culpa que tenía
necesidad de experimentar, porque la muerte de la madre se había producido cuando él se encontraba en una fase homosexual con un especial apego al padre. Dijo: "No me importa, era... (el hermano mayor) quien la quería". Desde el punto de vista clínico, se convirtió en hipomaníaco. Su inquietud extrema duró un largo período, y era claro que lo amenazaba una depresión. En su juego había un cierto grado de confusión, pero podía organizarlo lo suficiente como para transmitirme, en las sesiones de psicoterapia, cuáles eran las angustias específicas que le causaban desazón.
Aún quedan signos de trastorno psiquiátrico residual en este muchacho, que ahora tiene trece años, es decir diez años más que cuando se produjo la tragedia que para él fue traumática.
Un desarrollo importante en el infante es el que denominamos "identificación". Desde muy temprano el infante puede presentar una capacidad para identificarse con la madre. Existen reflejos primitivos de los que puede decirse que constituyen la base de estos desarrollos, por ejemplo la sonrisa con la que el bebé responde a otra sonrisa. Muy pronto la criatura se vuelve capaz de formas más complejas de identificación, que implican la existencia de imaginación. Por ejemplo, el bebé puede desear llegar a la boca de la madre y alimentarla con su dedito mientras él mismo toma el pecho. He visto que esto sucede a los tres meses, pero las fechas no deberían preocuparnos. Un poco antes o un poco después, ocurre con todos los infantes (salvo algunos enfermos), y sabemos que después del desarrollo de la capacidad para "ponerse en el lugar de la madre" se produce en el
niño un gran alivio de la dependencia. De esto proviene el desarrollo completo de la comprensión de que la madre tiene una existencia personal y separada, y finalmente el niño llega a poder creer en la unión de los progenitores, que de hecho condujo a su propia concepción. Esto tiene lugar mucho más adelante y nunca se logra en los niveles más profundos.
El efecto de estos nuevos mecanismos mentales sobre el tema de la dependencia consiste en que el infante puede aceptar acontecimientos que están más allá de su control, y como es capaz de identificarse con la madre o con ambos padres, desvía hacia una vía muerta parte del odio enorme que experimenta respecto de lo que desafía su omnipotencia.
Empieza a comprender y quizás a utilizar el lenguaje. Este importantísimo desarrollo del animal humano les permite a los progenitores darle la oportunidad de cooperar, a través de la comprensión intelectual, aunque en la profundidad el infante sienta aflicción, odio, desilusión, miedo e impotencia. La madre puede decir: "Voy a salir para buscar un poco de pan". Esto dará resultado, a menos, desde luego, que permanezca ausente más del lapso durante el cual el infante tiene capacidad para mantener, en sus sentimientos, la idea de que ella está viva.
Deseo referirme a una forma de desarrollo que afecta especialmente la capacidad del infante para las
identificaciones complejas. Tiene que ver con la etapa en que sus tendencias integradoras generan un estado en el que es una unidad, una persona total, con un interior y un exterior, y una persona que vive en el cuerpo, más o menos limitada por la piel. Una vez que lo exterior significa "no-yo", el interior significa yo, y se cuenta con un lugar para almacenar cosas. En la fantasía del niño, la realidad psíquica personal está ubicada dentro. Si está situada fuera, hay buenas razones para ello.
En este punto, el crecimiento del infante toma la forma de un intercambio continuo entre la realidad interna y la realidad externa, que se enriquecen recíprocamente.
El niño ya no es sólo un creador potencial del mundo, sino que también se vuelve capaz de poblarlo con muestras de su propia vida interior. Gradualmente llega a "abarcar" casi todos los hechos externos, y la percepción es casi sinónima de creación. De nuevo tenemos un medio por el cual el niño logra el control de los hechos externos y del funcionamiento interior de su propio self.

Hacia la independencia
Una vez que estas cosas han quedado establecidas, como ocurre en la salud, el niño puede gradualmente enfrentar el mundo y sus complejidades, pues en él ve cada vez más lo que ya está presente en su propio self.
Se identifica con la sociedad en círculos crecientes de la vida social, pues la sociedad local es una muestra del mundo personal del self tanto como una muestra de los fenómenos verdaderamente externos.
De este modo se desarrolla una verdadera independencia; el niño llega a una existencia personal satisfactoria mientras participa en los asuntos de la sociedad. Naturalmente, existen grandes posibilidades de que se produzcan retrocesos en este desarrollo de la socialización hasta las etapas finales ulteriores a la pubertad y la adolescencia. Incluso un individuo sano puede tropezar con una tensión social que exceda lo que él soporta, antes de su ampliación personal de las bases de la tolerancia.
En la práctica vemos a nuestros adolescentes pasar de un agrupamiento a otro, ampliando continuamente el círculo e incluyendo los fenómenos nuevos y cada vez más extraños que la sociedad genera. Los padres son muy necesarios en el manejo del hijo adolescente que explora un círculo social tras otro, porque ellos ven mejor que los jóvenes el momento en que ese pasaje del círculo social limitado al círculo social ilimitado es demasiado rápido, quizá debido a elementos sociales peligrosos presentes en el vecindario inmediato, o a los desafíos propios de la pubertad y de un rápido desarrollo de la capacidad sexual. También se los necesita especialmente a causa de las tensiones y pautas instintivas que reaparecen después de haber sido abandonadas en la edad del deambulador.
"Hacia la independencia" describe las luchas del niño deambulador y del niño púber. En el período de la latencia, por lo general los niños están satisfechos con la dependencia que tienen la suerte de poder
experimentar. La latencia es el período en el que la escuela desempeña el papel de sustituto del hogar, lo cual no siempre ocurre, pero aquí no tenemos espacio para desarrollar más este tema.
Debe esperarse que los adultos continúen el proceso de crecer y madurar, puesto que pocas veces llegan a una madurez completa. No obstante, en cuanto han hallado un nicho en la sociedad gracias al trabajo, y tal vez se han casado o llegado a una solución de transacción entre copiar a los progenitores y la identidad personal desafiante, una vez, entonces, que se han producido estos desarrollos, puede decirse que se inició la vida adulta, y los individuos van emergiendo uno a uno del ámbito abarcado por esta breve descripción del crecimiento en términos de "dependencia hacia la independencia".

jueves, 5 de julio de 2007

El pensamiento de Boris Cyrulnik y Resiliencia

Sobre Resiliencia
El pensamiento de Boris Cyrulnik(*) (I)

Aldo Melillo (**)

LA PERSONA

Nacido en Burdeos en 1937 en una familia judía, Boris Cyrulnik sufrió la muerte de sus padres en un campo de concentración nazi del que él logró huir cuando sólo tenía 6 años. Tras la guerra, deambuló por centros de acogida hasta acabar en una granja de la Beneficencia. Por suerte, unos vecinos le inculcaron el amor a la vida y a la literatura y pudo educarse y crecer superando su pasado (1).

No es ni mucho menos gratuito que el Dr. Cyrulnik haya indagado tan a fondo en el trauma infantil: con siete años vio cómo toda su familia, emigrantes judíos de origen ruso, eran deportados a campos de concentración de los que nunca regresaron. "No es fácil para un niño saber que le han condenado a muerte". Era el típico caso perdido, un "patito feo" condenado a llegar a la edad adulta convertido en un maltratador, un delincuente o un tarado.

SU DESARROLLO

Su "resiliencia" personal, su nexo de unión con la vida, fueron las personas, los libros y el ‘rugby’: -"Estudié medicina por un deseo de seguridad, de integración; nadie duda que es porque mi familia fue deportada por lo que yo quise orientarme hacia la psiquiatría, explorar la mente humana y dar un sentido a lo incomprensible".

Dar un sentido a la vida es un aspecto inescindible del proceso resiliente.

Boris Cyrulnik se transformó en un neuropsiquiatra, psicoanalista y estudioso de la etología, siendo uno de los fundadores de la etología humana.

LA RESILIENCIA Y LA PSICOLOGÍA

La resiliencia se define como la capacidad de los seres humanos sometidos a los efectos de una adversidad, de superarla e incluso salir fortalecidos de la situación.

Uno de los mayores aportes de nuestro autor, gira alrededor de colocar el concepto de resiliencia en una relación privilegiada con la psicología. Para Cyrulnik, la diferencia entre las escuelas psicológicas norteamericana y latina (europea y, agregamos, latinoamericana), reside precisamente en la aceptación de la "resiliencia". En la escuela estadounidense apenas se da crédito a éste concepto, que para Boris Cyrulnik está empíricamente demostrado, a través de múltiples experiencias (2).

En "Algunos fundamentos psicológicos del concepto de resiliencia" (3), antes de entrar en contacto con el pensamiento de Cyrulnik, planteamos con las Lic. Mirta Estamatti y Alicia Cuestas, como se podía justificar el desarrollo de los pilares de la resiliencia (a partir de su descripción por Edith Grotberg) desde una perspectiva psicológica, puntualizando la necesidad del "otro" humano para que todos y cada uno de los pilares se construyeran en la trayectoria histórica del sujeto. Esto facilita la comprensión de qué significa la promoción de esos pilares, dando pistas seguras para analizar programas educativos, sociales y de salud. Además vinculábamos el concepto de resiliencia con el de salud mental, en el sentido de la semejanza o coincidencia de las acciones promotoras de resiliencia con las que tratan de desarrollar la salud mental. Desde el punto de vista de la resiliencia el aspecto quizás más especial y original es el énfasis de la necesidad del otro como punto de apoyo para la superación de la adversidad.

Entre las múltiples experiencias que justifican el concepto de la resiliencia, Boris Cyrulnik (4) explica cómo un alumno suyo realizó un estudio comparativo de lo que ocurría durante la guerra del Líbano en Beirut y en Trípoli: Mientras Beirut fue la ciudad más cruelmente bombardeada, con más muertes y meses de asedio, los estudios sobre el terreno demostraron que en Beirut los niños presentaban mucho menos casos de síndrome post- traumático que en Trípoli, que estuvo más tranquila. La explicación: la propia situación de Beirut hizo que aumentase la solidaridad y el contacto en las familias mientras que en Trípoli los niños estaban sufriendo simple y llanamente abandono afectivo.

Los huérfanos rumanos con los que trabajaron tras la caída de Ceaucescu, pasaron de ser autistas a poder estudiar una carrera o formar una familia, tras un programa de hogares de acogida. Más sorprendente fue el polémico estudio sobre los chicos con problemas de abuso en el seno familiar, en los que se comprobó, que el trauma no venía del hecho en sí del abuso, sino de la falta de afectos en el trato familiar diario.

LAS CLAVES DE LA RESILIENCIA: EL OXÍMORON

Así, la clave reside en los afectos, en la solidaridad, y éstos en el contacto humano.

Por muy grave que sea lo que haya sufrido un niño, la psique se revela tan flexible, que con los ingredientes del contacto humano, el entendimiento, la palabra, se puede volver "a flote". Boris Cyrulnik explica que ha elegido éstos casos extremos porque son más fáciles para visualizar el problema, pero la resiliencia (y el trauma) no tiene fronteras de nacionalidad o condición y preguntado por si hay alguna edad tope, respondió riendo: "Hasta los 120 años, en Toulon estamos trabajando con mayores enfermos de Alzheimer, que olvidan las palabras, pero no los afectos, los gestos, ni la música" .

Boris Cyrulnik (5) ha realizado aportes sustantivos sobre las formas en que la adversidad hiere al sujeto, provocando el estrés que generará algún tipo de enfermedad y padecimiento. En el caso favorable, el sujeto producirá una reacción resiliente que le permita superar la adversidad. Su concepto de "oxímoron", que describe la escisión del sujeto herido por el trauma, permite avanzar aún más en la comprensión del proceso de construcción de la resiliencia, a la que le otorga un estatuto que incluye entre los mecanismos de defensa psíquicos, pero, aclara, más concientes. Estos corresponderían en realidad a los mecanismos de desprendimiento psíquicos, descriptos por Edward Bibring (6), que a diferencia de los mecanismos de defensa, apuntan a la realización de las posibilidades del sujeto en orden a superar los efectos del padecimiento.

En la visión de Cyrulnik la resiliencia significa un mensaje de esperanza "porque en psicología nos habían enseñado que las personas quedaban formadas a partir de los cinco años. Los niños mayores de esa edad que tenían problemas eran abandonados a su suerte, se les desahuciaba y, efectivamente, estaban perdidos. Ahora las cosas han cambiado: sabemos que un niño maltratado puede sobrevivir sin traumas si no se le culpabiliza y se le presta apoyo". La historia explica el presente pero nunca cierra el futuro.

Cyrulnik plantea que "todo estudio sobre resiliencia debería trabajar tres planos principales:

La adquisición de recursos internos que se impregnan en el temperamento, desde los primeros años, en el transcursos de las interacciones precoces preverbales, explicará la forma de reaccionar ante las agresiones de la existencia, ya que pone en marcha una serie de guías de desarrollo más o menos sólidas.

La estructura de la agresión explica los daños provocados por el primer golpe, la herida o la carencia. Sin embargo será la significación que ese golpe haya de adquirir más tarde en la historia personal del magullado y en su contexto familiar y social lo que explique los devastadores efectos del segundo golpe, el que provoca el trauma (sobre esta idea reconocía la autoría de Anna Freud).

Por último, la posibilidad de regresar a los lugares donde se hallan los afectos, las actividades y las palabras que la sociedad dispone en ocasiones alrededor del herido, ofrece las guías de resiliencia que habrán de permitirle proseguir un desarrollo alterado por la herida.

Este conjunto constituido por un temperamento personal, una significación cultural y un sostén social, explica la asombrosa diversidad de los traumas" (7). Él dice: "Imagínese que un niño ha tenido un problema, que ha recibido un golpe, y cuando le cuenta el problema a sus padres, a éstos se les escapa un gesto de disgusto, un reproche. En ese momento han transformado su sufrimiento en un trauma ".

SU PENSAMIENTO CRÍTICO

Es muy importante mencionar la filosa crítica social que el autor francés desarrolla a partir de la utilización que hace del concepto de resiliencia. Por ejemplo cuando afirma como "en el contexto cultural de los hospitales psiquiátricos de los años 1940, se hablaba mucho de la lucha por la vida, de la selección de los más fuertes, es decir de la eliminación de los más débiles. El amontonamiento de 120.000 enfermos mentales, las restricciones alimenticias, la ausencia de cuidados y la intención anunciada de eliminar a aquellos que contaminaban la raza facilitaron las decisiones insidiosas que hicieron pasar la mortalidad habitual de esos extraños hospitales de 6,88 % en 1938 a 26,48 % en 1941. (…) Pero los 40.000 enfermos que desaparecieron no dejaron huellas, ni escritos de relatos. Los horrores que contaban cuando podían testimoniar eran considerados como horribles delirios, pero la que estaba loca era la sociedad. Esos enfermos murieron en silencio que era lo que se deseaba después de la guerra, cuando se quiso reconstruir la nación sin arreglar las cuentas con el pasado". Su conclusión es que muchas veces la conducta social se resume en esta frase:

"Usted que ha sufrido tanto, díganos lo que pasó. Pero sólo tiene derecho a decir lo que queremos escuchar". (…) La cuestión es: ¿qué van a hacer con sus heridas? ¿Someterse y emprender carreras de víctimas que darían buena conciencia a quienes vuelen en su auxilio? ¿Vengarse exponiendo sus sufrimientos para culpabilizar a los agresores o a aquellos que se negaron a ayudarles? ¿Sufrir a escondidas y convertir sus sonrisas en máscaras? ¿Reforzar la parte sana de ustedes con el fin de luchar contra las magulladuras y volverse humanos a pesar de todo?" En esto último está la esencia de la resiliencia

Hoy en día la profundización y la cronificación del proceso de exclusión social en una sociedad cada vez más inequitativa, desafían la capacidad de los sistemas sociales, educativos y de salud para enfrentar tanta injusticia social. En ese marco de dolor social exacerbado, la promoción de la resiliencia se vuelve una necesidad y una obligación.

Yolanda Gampel (8) estudia el problema del dolor social definido como "el padecer que se origina en las relaciones humanas como conjunto"(Freud decía que de las tres causas de sufrimiento humano: los desastres de la naturaleza, el propio cuerpo o las relaciones con los otros seres humanos, esta última era la causa más frecuente e importante). Plantea la existencia en el sujeto de un "sustrato de seguridad" derivado de una base emocional equilibrada, posibilitada por un marco familiar y social estables. Son los padres o cuidadores sustitutos, como mediadores con el medio social, los que ayudan a su constitución a través de una acción neutralizadora de los estímulos amenazantes. Se trata de lo que Bowlby y Ainsworth llaman una relación de apego seguro y al mismo se remite Cyrulnik para caracterizarlo como una base para la construcción de resiliencia, aún cuando admite que una base insegura se puede corregir con buenas experiencias futuras.

La violencia social que fractura la continuidad existencial, haciendo que lo familiar (heimlich) se vuelva no familiar (unheimlich o siniestro), provoca una sensación de amenaza o trauma que genera en el sujeto otra estructura que llamamos el "sustrato de lo siniestro".

Se puede diferenciar asimismo, entre el contacto con una agresión social terrible y brutal, y el contacto con la agresión existencial que "trabaja y nos trabaja dentro de cada uno de nosotros". En el caso de los sometidos a una violencia brutal, el "sustrato de lo siniestro" no puede asimilarse o integrarse dentro de la estructura de seguridad existente hasta entonces.

Sin embargo cuando la violencia que "trabaja y nos trabaja" existencialmente es del orden de la pobreza, la exclusión o la desocupación, por ejemplo, con los grados de humillación constantes y repetidos que el sujeto debe soportar, también produce un fenómeno de asimilación imposible y de coexistencia de ambos sustratos.

En estos casos el sustrato de lo siniestro convive con el sustrato de seguridad y la persona se ve forzada a soportar un mundo escindido y con un yo también escindido que le permite negar lo siniestro para sostener la continuación de su existencia o simplemente sobrevivir, manteniendo a raya el resultado del trauma. Por este camino entramos en el territorio de la resiliencia.

Si la resiliencia constituye un proceso de entramado entre lo que somos en un momento dado, con los recursos afectivos presentes en el medio ecológico social, la falencia de esos recursos puede hacer que el sujeto sucumba, pero si existe aunque sea un punto de apoyo, la construcción del proceso resiliente puede realizarse (Cyrulnik).

LA PSICOLOGÍA DEL OXÍMORON

Boris Cyrulnik (9) utiliza para entender el fenómeno de la resiliencia el concepto de "oxímoron", que es una figura de la retórica que consiste en reunir dos términos de sentido opuesto para generar un nuevo significado: la "oscura claridad", un "maravilloso sufrimiento", el "sol negro" de la melancolía.

"Hay que ver el problema desde sus dos caras. Del exterior, la frecuencia de la resiliencia prueba que es posible recuperarse. Del interior del sujeto, estar estructurado como un oxímoron revela la división del hombre herido, la cohabitación del Cielo y el Infierno, la felicidad en el filo de la navaja".

"No se trata de la ambivalencia que caracteriza un movimiento pulsional donde se expresan sentimientos opuestos de amor y odio hacia una misma persona. El oxímoron revela el contraste de aquel que, al recibir un gran golpe, se adapta dividiéndose. La parte de la persona que ha recibido el golpe sufre y produce necrosis, mientras que otra parte mejor protegida, aún sana pero más secreta, reúne, con la energía de la desesperación, todo lo que puede seguir dando un poco de felicidad y sentido a la vida".

"La felicidad existe únicamente en la representación mental, por tanto es siempre fruto de la elaboración. Es algo a trabajar. Y ella se construye en el encuentro con el otro".

La escisión del yo no se sutura, permanece en el sujeto compensada por los recursos yoicos que se enuncian como pilares de la resiliencia: Autoestima consistente, independencia, capacidad de relacionarse, sentido del humor, moralidad, creatividad, iniciativa y capacidad de pensamiento crítico. Con algo de todo eso más el soporte de otros humanos que otorgan un apoyo indispensable, la posibilidad de resiliencia se asegura y el sujeto continúa su vida (10).

Podríamos decir que el concepto de oxímoron es equivalente al concepto de Freud de la escisión del Yo en el proceso defensivo: tal como lo describió inicialmente en los casos de fetichismo, frente al trauma psíquico de la amenaza de castración, el sujeto se escinde para poder continuar la satisfacción de sus pulsiones por una parte (un poco de felicidad y sentido de la vida), mientras a otro nivel sufre la continua acción de la amenaza recibida que sabe real y posible. Luego fue ampliando la aplicación de este tipo de defensa en las psicosis y neurosis, y aún en la vida "normal". Zuckerfeld (11) va más allá y plantea la escisión como un hecho fundante del aparato psíquico, como una condición del ser humano, y la incluye en su descripción de una tercera tópica.

Se trata entonces, en ambas perspectivas, de cómo el sujeto sobrelleva la adversidad construyendo una salida vital para superar el trauma, produciendo una modificación de su yo, la escisión, con el auxilio de la denegación.

Para Cyrulnik (12), cuando en la historia del sujeto ocurre un hecho exterior que le inflige una herida, ésta impregna el cuerpo y la memoria. El oxímoron se vuelve característico de la personalidad herida pero resistente, que porta su parte sufriente pero puede ser feliz a pesar de todo. Describe una patología del vínculo del sujeto con el mundo que habrá que restablecer, por eso un otro humano es indispensable.

El trauma puede ser el punto de partida de una estructuración neurótica o psicótica, pero también un punto de llegada en cuanto a generar una fuerte y útil estructura defensiva. La construcción del sistema psíquico incluye, y no como algo accesorio, el sistema de las defensas del Yo.

TRAUMA Y PRUEBA – BIENESTAR Y FELICIDAD

"Hay que distinguir entre trauma y prueba. Para hablar de trauma, es necesario haber muerto. No crean que es una imagen, es real. La gente traumatizada dice: 'No estoy segura de estar viva. He regresado del infierno y vuelto a la vida'. Algunos incluso dicen: 'La salida de los campos de la muerte no es el retorno a la vida. No soy un sobreviviente sino un retornado, un fantasma', lo que implica el curioso pensamiento de 'mientras más envejezco, más me alejo de la muerte'".

"Mucha gente sufre traumas y todo el mundo debe soportar pruebas. Pero en la prueba seguimos siendo nosotros mismos. No estamos muertos ni desgarrados. Frente a una prueba, pienso: 'He perdido mi trabajo. ¿Qué voy a hacer?'; 'Ella me abandonó. Siento una profunda pena, pero pienso que ella es una loca por haber dejado ir a un hombre como yo. Peor para ella'. Nos defendemos como podemos y seguimos siendo nosotros mismos" (13).

"Entonces la felicidad no es fatal, como tampoco lo es la desgracia. Se puede aprender a modificar estos sentimientos".

"El bienestar es físico. Uno se siente bien cuando todas sus necesidades están cubiertas. Se trata de una sensación inmediata. La felicidad, en cambio, es el resultado de una representación, de una esperanza, de un proyecto de existencia y se construye siempre en el encuentro con el otro. Para ilustrar esta diferencia, siempre cuento la historia de los picapedreros: paseo por un camino y veo a un hombre que está picando piedras. Hace muecas y sufre. Me explica que su oficio es idiota y que el trabajo muscular le hace mal. Más allá, un segundo picapedrero parece más apacible. Golpea tranquilamente la piedra y me dice que es un oficio al aire libre y que le basta para ganarse la vida. Un poco más allá, un tercer hombre pica piedras en éxtasis. Está radiante y sonríe. Me explica que el hecho de picar piedras lo hace muy feliz porque piensa que está construyendo una catedral. Aquellos que tienen una catedral en su cabeza son felices, aquellos que se contentan con lo inmediato sienten bienestar y aquellos que se desesperan por no tener otro oficio son desdichados. El gesto es igual en los tres casos pero es el significado del gesto lo que los vuelve felices o desdichados".

Sin embargo el pensamiento de Cyrulnik no es utópico, no dice que la felicidad es fácil de alcanzar sino solamente que es posible. El precio puede ser alto pero los que no lo intentan lo pagan más caro. Para el sujeto si la herida es demasiado grande, si nadie sopla sobre las brasas de resiliencia que aún quedan en su interior, será una lenta agonía psíquica.

"Los drogadictos confunden la felicidad con el bienestar momentáneo. El 'flash' de la droga les da una sensación de bienestar que se apaga de inmediato y los desespera, en tanto los que tienen un proyecto trascienden la realidad" (14).

"Una infelicidad no es nunca maravillosa. Es un fango helado, un lodo negro, una escara de dolor que nos obliga a hacer una elección: someternos o superarlo. La resiliencia define el resorte de aquellos que, luego de recibir el golpe, pudieron superarlo".

LA RESILIENCIA COMO TRAMA CON EL OTRO, CON EL ENTORNO SOCIAL

La resiliencia se teje: no hay que buscarla sólo en la interioridad de la persona ni en su entorno, sino entre los dos, porque anuda constantemente un proceso íntimo con el entorno social. Esto elimina la noción de fuerza o debilidad del individuo; por eso en la literatura sobre resiliencia se dejó de hablar de niños invulnerables.

Tiene contactos con la noción de apuntalamiento de la pulsión. Como dice Freud (15) "la libido sigue los caminos de las necesidades narcisistas y se adhiere a los objetos que aseguran su satisfacción". La madre que es la primera suministradora de satisfacción de las necesidades del niño, es el primer objeto de amor y también de protección frente a los peligros externos; modera la angustia, que es la reacción inicial frente a la adversidad traumática, en grado o medida aún mínima.

Ya mencionamos la necesidad de que el niño desarrolle un apego seguro como base de su futura resiliencia. En esto iba un reconocimiento de Boris Cyrulnik para quien él nombra como uno de sus maestros, John Bowlby y sus enseñanzas sobre la teoría del apego.

Esta condición inicial del sujeto sigue existiendo toda la vida, por eso durante toda la vida es fundamental otro humano para superar las adversidades mediante el desarrollo de las fortalezas que constituyen la resiliencia. En síntesis, el proceso de apuntalamiento de la pulsión lleva al otro humano y evita el atrapamiento en el mortífero solipsismo narcisista.

En la resiliencia, que atiende los efectos del estruendo más exterior, el Yo que lo padece, debe de todos modos gobernar la conmoción emocional. El estrés participa en el choque cuando la emoción sacude el organismo bajo el efecto de los golpes venidos de las agresiones sociales o del espíritu de los demás. Con frecuencia el estrés es crónico, y su efecto insidioso altera el organismo y el psiquismo que no toma conciencia.

Sin embargo siempre la autoestima, con la ayuda y la mirada de los demás, puede ser reorganizada y reelaborada por medio de nuevas representaciones, acciones, compromisos o relatos. Es discutible si el concepto de resiliencia pertenece a la familia de los mecanismos de defensa del yo. Quizás se deba recurrir al poco usado concepto de mecanismos de desprendimiento del yo, introducido por E. Bibring (16), que "no tienen por finalidad provocar la descarga (abreacción) ni hacer que la tensión deje de ser peligrosa (mecanismo de defensa). Sin negar que durante el proceso se producen fenómenos de abreacción en pequeñas dosis", se trata de operaciones yoicas que apuntan a dispersar las tensiones dolorosas en otros complejos de pensamientos y emociones con efectos compensatorios; o bien, como en el trabajo de duelo, generan el desprendimiento de la libido del objeto perdido para transferirla a otros. Un tercer modo es la familiarización con el peligro para poder superarlo en forma contrafóbica. Lagache (17) siguiendo a Bibring, señala el paso de la repetición a la rememoración pensada y hablada. Para él, las operaciones de desprendimiento del yo permiten neutralizar la operación defensiva (inconsciente). Para el psicoanálisis serían mecanismos más propios de la cura que de la enfermedad; desde el punto de vista de la resiliencia constituyen la posibilidad de una continuidad de la vida en aceptables condiciones de salud mental.

LA CONSTRUCCIÓN DE LA RESILIENCIA

No se puede abstraer el modo concebir por nuestro autor francés la construcción de la resiliencia de su concepción etológica del ser humano. Cuando dice acerca de la construcción de la resiliencia que "la genética tendrá algo que decir, pero que las interacciones precoces hablarán mucho más, mientras que las instituciones familiares y sociales contendrán lo esencial del discurso" (18), podríamos traducirlo a otras palabras suyas: "A priori, antes de hablar, es preciso que el desarrollo de mi cerebro humano esté correctamente programado; es necesario que mis ojos se encuentren con una figura de apego para suscitar en mí las ganas de hablar, y que me impregne el baño lingüístico social de los adultos que me rodean. (…) El habla ya no pertenece al cielo, sino que tiene su origen en el cuerpo, en lo afectivo y en lo social" (19).

Cyrulnik pone así en valor el carácter social de cada ser humano, cuya individualidad se construye en un campo de tensiones afectivas estructurado por palabras. Pero que en términos de la resiliencia las posibilidades de reestructuración no cesan nunca. Por eso acomete la posibilidad de trabajar con pacientes que padecen el mal de Alzheimer e insiste en que la mente de un niño, de una persona, es como un submarino que aguanta toneladas y toneladas de presión sin romperse y siempre (mientras hay vida) puede volver a flote. Para él "no hay herida que no sea recuperable. Al final de la vida, uno de cada dos adultos habrá vivido un traumatismo, una violencia que lo habrá empujado al borde de la muerte. Pero aunque haya sido abandonado, martirizado, inválido o víctima del genocidio, el ser humano es capaz de tejer, desde los primeros días de su vida, su resiliencia, que lo ayudará a superar los shocks inhumanos. La resiliencia es el hecho de arrancar placer, a pesar de todo, de volverse incluso hermoso".

EL MURMULLO DEL PASADO EN LA INTIMIDAD DEL ADOLESCENTE

"El Murmullo de los Fantasmas" es un libro de Boris Cyrulnik que se centra en la adolescencia, esa compleja y crítica etapa de la vida en la que aflora con fuerza la sexualidad en un cuerpo que se transforma y pasa a ser adulto, la identidad se constituye como una búsqueda fundamental donde los pares juegan un rol importante, el deseo de autoafirmación pone en conflicto la autoridad en general, no sólo la paterna, y se vuelve perentorio encontrar nuevos sentidos a una vida que se llena de incertidumbres.

En esta circunstancia el pasado de la infancia del sujeto retorna como un murmullo fantasmal que lo obliga a poner los hechos y emociones en el modo de una narración a la que él mismo le va dando sentido. Para que exista un trauma debe darse dos veces la experiencia traumática: la primera en la realidad y la segunda en la representación. Es en relación a ésta donde puede instalarse el trabajo de la resiliencia. El adolescente la busca; primero en la familia y si ahí no la encuentra será con sus pares, con un docente o cualquier adulto significativo que juegue como tutor de su desarrollo resiliente. Con un entorno adecuado afectivamente que respalde su socialización, el adolescente puede rememorar sus experiencias traumáticas y ubicarlas en un relato positivo de su vida. Los fantasmas quedan conjurados.

LOS TUTORES DE RESILIENCIA

"Un tutor de resiliencia es alguien, una persona, un lugar, un acontecimiento, una obra de arte que provoca un renacer del desarrollo psicológico tras el trauma. Casi siempre se trata de un adulto que encuentra al niño y que asume para él el significado de un modelo de identidad, el viraje de su existencia. No se trata necesariamente de un profesional. Un encuentro significativo puede ser suficiente. (…) Muchos niños comienzan a aprender en el colegio una materia porque les agrada el profesor. Pero cuando, veinte años después, uno le pide al profesor que explique la causa del éxito de su alumno, el educador se subestima y no sospecha hasta que punto fue importante para su alumno" (20).

Cuando comienza a contar su vida, Tim Guénard (21) nos dice que "cuando se habla de hermosas casas o de coches viejos, siempre se cuenta bellamente su reconstrucción. Pero cuando se ve a un niño que se agrieta, a un adulto que se derrumba, la gente se plantea tantas preguntas que ya ni siquiera se atreve a hacer cosas muy simples: mirar con amabilidad, tocar o hacer compañía".

Fue abandonado por su madre. La única imagen que le quedó de ella es alejándose, de espaldas, con unas botas blancas. A él lo dejaba atado a un poste de luz en una ruta. Golpeado por su padre alcohólico, despreciado por su madrastra y sus hijos que lo confinaban en la "cucha" del perro a la intemperie. La última golpiza del padre con un palo y lanzándolo a un sótano lo deja con múltiples fracturas, un ojo reventado y un oído estallado. Despierta del coma de tres días en un hospital donde pasa tres años, curándose y volviendo a poder caminar. De un orfanato donde su aspecto físico no da la medida para que sea adoptado, es entregado, junto con otros niños, a una "nodriza" que también lo maltrata, previo paso por un hospicio para enfermos mentales donde lo envía una médica simplemente por sus antecedentes. Otro médico percibió varios meses después que no era loco. Termina en un duro correccional donde se lo rotula y estigmatiza como un niño "descarriado". Se transformó en una persona de riesgo, "echado a perder" y por lo tanto, "irrecuperable". Esas palabras dirigidas al niño, renovaban las violencias vividas. Su única esperanza era llegar a matar al padre, eso lo mantenía con vida.

Fue ladrón, huyó de las instituciones en que lo internaban y llegó a París. Allí se encontró con dos jóvenes que le dieron una acogida amistosa, lo ayudaron, pero lo introdujeron un poco más en el delito: fue "chulo de putas" (les robaban a las prostitutas lo que ganaban) y "gigoló en Montparnasse" (eran elegidos por mujeres acaudaladas en un café de moda).

Finalmente se encontró con una jueza (cumplía su viejo deseo de tener una madre) que lo hizo pasar a su despacho y empezó a hablar con él, le prestó atención y finalmente le consiguió trabajo en un taller de escultura. Nadie daba mucho por su duración en el trabajo y a su profesor principal, que hacía diseño industrial, enojado porque rechazó un trabajo suyo, le rompió todos los dibujos del año. El profesor paso de largo del suceso y durante dos años y medio le enseñó geometría, tecnología, dibujo industrial, etc. Dice Tim: "soñé con tener un padre como él". El diploma que finalmente obtuvo se lo regaló a la "jueza-madre" que le dio la posibilidad de lograrlo.

Luego se encontró con un cura que atendía discapacitados. Se sorprendió al verse querido por esos chicos y se dedicó a su cuidado. Finalmente, sorprendido al conocer a los "extraterrestres", el grupo de creyentes que circulaba alrededor del cura, terminó por hacerse cristiano.

"He aquí el resumen de todo esto: crecí queriendo matar a mi padre. Pues bien, ahora quiero a mi padre. Si hoy soy un hombre feliz, con una mujer, cuatro hijos y amigos, no puedo ser lo que soy sin todo mi pasado. Cuando antes se decía que no era nada, sentía vergüenza. Cuando voy a la cárcel a visitar a los prisioneros, con frecuencia me dicen lo mismo: que se sienten "torcidos" –no es grave: imagínense que tuviéramos que arrancar de cuajo, en la Tierra entera, todo lo que esté torcido; dejaríamos de tener vino, aceite de oliva, frutas. Para las cosas torcidas se pone un tutor para que puedan dar frutos-; que se sienten "podridos" – fíjate, una manzana podrida, la tiras y quedan las pepitas. ¿Y que hay después de las pepitas? Un nuevo árbol que crece, y del árbol nuevo, nuevos frutos". Tim Guenard con esos antecedentes que pronosticaban un destino funesto para su vida, llegó a encontrar los tutores de resiliencia necesarios para terminar siendo coautor de Boris Cyrulnik, entre otros, de "El realismo de la esperanza".

EL MOMENTO DE LA RESILIENCIA

Cuando se habla de resiliencia se plantea de inmediato su aplicación en el plano social, de salud o educativo a las poblaciones más desfavorecidas por una sociedad que genera pobreza, inequidad, exclusión, delincuencia, enfermedades de todo tipo. Pero entonces surge la sospecha. El fomento de la resiliencia en las poblaciones cadenciadas, ¿no es funcional al sistema de injusticia social que predomina?, ¿no es un parche que hace olvidar la necesidad las estructuras sociales que generan la injusticia?, ¿no estamos postergando indefinidamente su solución?, ¿se trata sólo de modificar al yo del sufriente, dejando intactos los discursos legitimadores de estructuras de poder que siguen generando injusticia, maltrato e infelicidad?

Nada más lejos del pensamiento de muchos de quienes trabajamos con el concepto de resiliencia. Precisamente Boris Cyrulnik ha marcado con mucha precisión la ubicación de la resiliencia entre los diferentes quehaceres de una sociedad y lo dice así: "Cuando un niño sea expulsado de su hogar como consecuencia de un trastorno familiar, cuando se le coloque en una institución totalitaria, cuando la violencia del estado se extienda por todo el planeta, cuando los encargados de asistirle lo maltraten, cuando cada sufrimiento proceda de otro sufrimiento, como una catarata, será conveniente actuar sobre todas y cada una de las fases de la catástrofe: habrá un momento político para luchar contra esos crímenes, un momento filosófico para criticar las teorías que preparan esos crímenes, un momento técnico para reparar las heridas y un momento resiliente para retomar el curso de la existencia" (22).

(*) El Dr. Cyrulnik es psiquiatra etólogo. Director de Estudios en la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de Toulon.

(**) Aldo C. Melillo es médico, psicoanalista, ex secretario de Salud y Medio Ambiente de la Ciudad de Buenos Aires, miembro del Foro Psicoanalítico de Buenos Aires y profesor de la Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Consejero académico del máster en Psicoanálisis de la Escuela de Psicoterapia para Graduados y de la Universidad Nacional de La Matanza. Autor y compilador de Resiliencia. Descubriendo las propias fortalezas y de diversos trabajos psicoanalíticos.

(I) Este artículo fue publicado en el nº 85 Perspectivas Sistémicas, marzo- abril del 2005.

La visita de Boris Cyrulnik está organizada por la Lic. Elida Romano, miembro fundadora de la Asociación Parisina de Investigación y Trabajo con las Familias (A.P.R.T.F.) de París, Francia y por la Lic .Juana Droeven, Directora de la Fundación para la Investigación Clínica Familiar (F.F.) de Buenos Aires, Argentina, asociadas para invitar al Dr. Cyrulnik a Buenos Aires. Acompañan al Dr. Cyrulnik en el Encuentro Internacional, los siguientes invitados: Jorge Basile, Emilio Boggiano, Bernardo Chomski, Silvia Crescini, Elina Dabas, Juana Droeven, Lucila Edelman, Roberto Ferro, Emiliano Galende, Silvia Gomel, Estrella Joselevich, Luis Juri, Marta López Gil, Denise Najmanovich, Aldo Melillo, Isabel Mikulic, Cristina Ravazzola, Cynthia Szevach, Nieves Tapia, Graciela Zarebski, Rubén Zukerfeld.

(1) www.muyinteresante.es/canales/muy_act/entrevi/entrevis29

(2) y (4) http://elmundolibro.elmundo.es/elmundolibro/2003/10/01/no_ficcion

(3) En Resiliencia – Descubriendo las propias fortalezas, Aldo Melillo y Néstor Suárez Ojeda (comp.), Buenos Aires, Paidós, 2001, Pág. 83 y sig.

(5) Cyrulnik, Boris, La maravilla del dolor , Barcelona Granica, 2001

(6) Birbring, Edward, "The conception of the repetition compulsion", Psycoanalitic Quaterly, vol XII, N° 4, 1943.

(7) y (22) Cyrulnik, Boris, Los patitos feos, Barcelona, Gedisa, 2002.( páginas 26 y 215).

(8) Gampel, Yolanda, "El dolor de lo social", Psicoanálisis, Asociación Psicoanalítica de Buenos Aires, Vol. XXIV, N° 1 y 2.

(9) Cyrulnik, Boris, La maravilla del dolor, Barcelona, Granica, 2001.

(10) Melillo, Aldo, "Realidad social, psicoanálisis y resiliencia", en Resiliencia y subjetividad, Melillo A., Suárez Ojeda, N. y Rodríguez, D. (comp.), Buenos Aires, Paidós, 2004, pag. 71.

(11) Zuckerfeld, Rubén, "Psicoanálisis actual: tercera tópica, interdisciplina y contexto social", presentado en el III Congreso argentina de Psicoanálisis y II Jornada Interdisciplinaria, Córdoba, 1998.

(12) Op. Cit.

(13), (14) y (20) http://resiliencia.cl/opinexp/

(15) Freud, Sigmund, (1914) Introducción al narcisismo, OC, Buenos Aires, Amorrortu, 1976, Vol. 14.

(16) Op. cit.

(17) Lagache, Daniel, "Psychanalise et structure de la personnalité, en La Psychanalise, Vol. 6, 1958.

(18) Cyrulnik, Boris, La maravilla del dolor, Barcelona, Granica, 2001, pag. 193.

(19) Cyrulnik, Boris, Del gesto a la palabra, Barcelona, Gedisa, 2004, pag. 110.

(21) Guénard, Tim, Más fuerte que el odio, Barcelona, Gedisa, 2003 y en El realismo de la esperanza – testimonios de experiencias profesionales en torno a la resiliencia, Barcelona, Gedisa, 2004, "La encarnación de la resiliencia", página 71.

FUENTE: http://www.redsistemica.com.ar/melillo.htm

La Biología del Amor

Aportes de Humberto Maturana a la psicoterapia por Alfredo Ruiz, de la web del Instituto de Terapia Cognitiva; inteco.cl (Chile).

Maturana es el primer científico que desde su hacer como tal explica el amor. En su propuesta, el amor no es una cualidad o un don, sino que como fenómeno relacional biológico, consiste en las conductas o la clase de conductas a través de las cuales el otro, o lo otro, surge como un legítimo otro en la cercanía de la convivencia, en circunstancias en que el otro, o lo otro, puede ser uno mismo. Esto, entendiéndose que la legitimidad del otro se constituye en conductas u operaciones que respetan y aceptan su existencia como es, sin esfuerzo y como un fenómeno del mero convivir. Legitimidad del otro y respeto por él o ella, son dos modos de relación congruentes y complementarios que se implican recíprocamente. El amor es un fenómeno biológico propio del ámbito relacional animal, que en los mamíferos aparece como un aspecto central de la convivencia en la intimidad de la relación materno-infantil en total aceptación corporal. De acuerdo a Maturana, nos enfermamos al vivir un modo de vida que niega sistemáticamente el amor.

Maturana sostiene que el proceso terapéutico es siempre el mismo, cualquiera sea la forma de la psicoterapia, y que se obtiene cuando el terapeuta logra, mediante su interacción con el paciente, guiarlo, conducirlo inconscientemente, en el abandono de la negación sistemática de sí mismo y del otro, y en la recuperación de la biología del amor como la manera o hilo central de su vivir.

Conversaciones sobre biología sistémica
Entrevista a Humberto Maturana por Claudio Des Champs y Fernando Torrente, publicada en Redsistemica.com.ar

En un momento en el que la biología se asimila a los progresos sorprendentes de la tecnología —citemos para el caso los deslumbramientos mediáticos de la genética o el avance arrollador de la psicofarmacología en nuestro campo—, Humberto Maturana, el reconocido biólogo y pensador chileno propone una visión sin duda diferente.

En esta entrevista(*), con su fluir característico, recorre temas tales como su concepción personal acerca de la biología, la dinámica de las relaciones sociales y el impacto de la tecnología sobre las mismas.

Perspectivas Sistémicas (PS): ¿Cuál es, según su punto de vista, la evolución de los problemas de la epistemología, la psicología y la psicoterapia?

Humberto Maturana( H.M.) : No sé qué rumbo tendrá la terapia en el futuro. Yo pienso que la terapia funciona, esencialmente, de una manera que yo llamo la biología del amor.

O sea que hay distintas formas de aproximarse a lo mismo.

Estas formas irán mutando de acuerdo a los cambios en los modos de vida, que implica, entonces, la necesidad de ir cambiando los espacios de reflexión, el modo de aparecer de los problemas; de la misma manera, en psiquiatría van cambiando las enfermedades psiquiátricas con la historia.

PS: ¿Qué piensa Ud. de la creciente tendencia a utilizar drogas, por ejemplo, los psicofármacos?

HM: Los psicofármacos pueden ayudar a resolver ciertos problemas, cambian un poco la situación de la persona pero no los resuelven porque los problemas son relacionales. Entonces, habrán oscilaciones en muchas direcciones pero lo central es la biología del amor.

PS: En relación a la biología del amor, la biología actual tiende, cada vez más, a modelos ahistóricos, con un gran énfasis en la genética, la idea de que hay muchos comportamientos prefijados. Ud. tiene la idea de una biología interaccional, historizante, en el sentido de que las interacciones construyen en el tiempo real nuevas construcciones.

¿Podría desarrollar estas diferencias en cuanto al modo de entender la biología?

HM: La diferencia es fundamental porque, en muchos aspectos de la interpretación o intento explicativo de los fenómenos biológicos, se pone mucho énfasis, como Ud. señala, en la noción de determinismo genético que, a su vez, va acompañada de la noción de predeterminismo. Pero las situaciones son distintas porque el predeterminismo implica que la condición inicial determina el desarrollo ulterior o el futuro y eso nunca sucede. Incluso en el desarrollo y transformaciones biológicas del ser vivo, lo que hay es un fenómeno de epigénesis. Siempre. Es decir, el organismo va surgiendo en una historia.

Ahora bien, si las condiciones iniciales se repiten, si se repite el fluir histórico de las interacciones, las transformaciones se van a parecer o van a ser las mismas. Pero el fenómeno es siempre una epigénesis. Entonces, todo este enfoque que enfatiza el determinismo genético a mi me parece inadecuado. La terapia no funcionaría bajo las condiciones del determinismo genético. Si la terapia funciona, es justamente porque no hay un determinismo genético, ni un predeterminismo. Las condiciones genéticas constituyen la estructura inicial del organismo, el fundamento para el desarrollo, la epigénesis, pero no determina el curso de la epigénesis porque este va surgiendo como un fenómeno histórico. Yo pienso que ese enfoque determinista y predeterminista es un error y va a ser, eventualmente, abandonado. Esto no quiere decir que yo esté negando los fenómenos de la genética. Digo que el predeterminismo genético no es un fenómeno de la genética sino que es una opinión de la genética.

PS: En lo que Ud. llama la biología del amor, ¿qué características ahistóricas o fijas habrían, es decir que se repiten en las interacciones y qué, de la biología del amor, cambia con la historia?

HM: Cuando yo hablo de la biología del amor estoy haciendo referencia a las características estructurales y, por lo tanto, genéticas, de los seres humanos en particular, que especifica la naturaleza de su historia como posibilidad, especifica el tipo de historia que pueden vivir.

Eso trae consigo el que en el presente dinámico la identidad humana no sea fija, porque no está determinada ni predeterminada genéticamente sino que hay una dinámica sistémica de configuración del ser humano que pertenece a una conservación de esta condición amorosa.

Por supuesto que esto puede cambiar con la historia. Si la dinámica sistémica que conserva el ser amoroso no se mantiene va a derivar en otra dirección y la biología va a cambiar y el destino del homo sapiens seguirá un curso distinto del que ha exhibido hasta ahora. Pero cuando yo hablo de la biología del amor hago referencia por un lado, a la constitución básica que hace posible que seamos una clase particular de animales y por el otro lado, a la dinámica sistémica de la convivencia humana que conserva eso como una condición central para vivir. Porque para nosotros, los seres humanos, es una condición central esta relación de realización en el seno de un espacio humano acogedor. Ahora, surge otra cosa, por ejemplo, cuando se habla de una conducta psicopática, en el fondo es un ser humano distinto. Es un homo sapiens de otro clase.

PS: Gianfranco Cecchin planteaba que las sociedades necesitan estas desviaciones para autorregularse y que, en realidad, lo que consideramos patologías son desviaciones de la norma por medio de las cuales, la misma cultura se autorregula y que la terapia, sería una forma de reenviar a esta cultura central, normatizada, los mensajes de estas desviaciones. Estos serían los bordes de una curva normal. Estos mensajes son los que permiten cambiar al conjunto y al concepto de normalidad.

HM: Creo que es una bonita idea pero yo no lo veo así. Creo que hay una cierta variabilidad que corresponde a la diversidad posible desde la condición fundamental y que lo que se conserva como el modo central del vivir de una comunidad es un fenómenos sistémico. Entonces, estos extremos son variaciones y pueden servirnos, desde luego, para darnos cuenta hacia dónde nos podemos desviar; pero la conservación del modo central de vida es un fenómeno sistémico, dinámico en el cual lo que se conserva se va constituyendo y conservando en el vivir.

En ese proceso podemos tomar esas desviaciones como oportunidades para la reflexión o como situaciones para ser negadas. En la historia de la humanidad han pasado ambas cosas.

Para que las desviaciones de las que Cecchin habla sean mensajes, esta conservación de la normalidad tiene que ser esta dinámica sistémica de la que hablo. Porque para que algo sea mensaje tengo que leerlo como tal. Nada es un mensaje en sí. De modo que si yo veo a estas desviaciones como mensajes, quiere decir que me invitan a la reflexión; pero si los veo como desviaciones entonces no me invitan a la reflexión sino que me invitan a la negación.

PS: Cecchin decía, precisamente, que en un tipo de terapia, la terapia reflexiva, y en algunos casos, la función de la terapia sería esta interpretación de esos mensajes sin sentido; el proceso ético, reflexivo de la terapia sería obtener este insight, que estas desviaciones puedan ser retraducidas en mensajes de posibilidades nuevas en lugar de desviaciones a reducir.

HM: Como yo no hago terapia, yo no puedo reflexionar en esa dirección.

Yo pienso que la terapia es una tarea que tiene que ver con las personas en tanto que ellas resuelven sus conflictos (consultan porque tienen conflictos y, a su vez, tienen conflictos porque tienen emociones encontradas en su vivir), esto las reincorporará en un grado mayor menos a la comunidad fundamental a la cual pertenecen. Si esta comunidad fundamental se hace cargo de las desviaciones como una invitación a la reflexión o no lo hace, es una cosa distinta. En ese sentido no coincido con G. Cecchin.

Al mismo tiempo, los terapeutas pueden decir: “Señores! vean Uds. que existen tales y cuales tipos de desviaciones; por favor démonos cuenta de lo que está pasando”.

Entonces, es un llamado de atención al terapeuta para que este haga un llamado de atención a la comunidad.

PS: Es interesante porque para que ese mensaje tenga alguna eficacia tiene que ser recibido por una comunidad que lo pueda interpretar.

HM: No puede ser meramente la intimidad de una relación terapéutica…

PS: En este sentido, el cambio y el aprendizaje que se producen en el vínculo terapéutico requieren ser contextualizados en un marco social más amplio.

HM: EL aprendizaje se da en la convivencia. Yo no hablo de vínculo. La noción de vínculo establece una idea de dependencia. Yo hablo de convivencia. Yo puedo vivir de muchas maneras con otros: puedo estar en el placer, en el encanto, en el deseo de acercamiento, en el deseo de distancia pero eso me está pasando según la movilidad que yo tenga.

Yo pongo a un niño en el colegio y a este niño le van a pasar cosas quieran o no sus profesores, sus amigos; y le van a pasar cosas distintas en cada caso.

Lo que sí necesitan los niños es una relación amorosa para crecer en el respeto por sí mismos. ¿Puede un niño crecer sin respeto por sí mismo? Claro que puede crecer sin respeto por sí mismo, pero va a ser un adulto distinto de aquel que crece con respeto por sí mismo. El que crece con respeto por sí mismo va a crecer también su conciencia social y va a convertirse en un ser adecuadamente integrado.

El otro, va a ser distinto. EL curso de la humanidad puede ir para un lado o para el otro, no está prefijado.

Medios de comunicación y dinámica de la relaciones sociales

PS: Actualmente, los medios de comunicación se han desarrollado de un modo, hasta hace pocos años atrás, inimaginable. ¿Cómo cambian las dinámicas de las relaciones sociales en relación a las nuevas tecnologías?

HM: Depende. No todas las relaciones humanas son relaciones sociales.

Si estas nuevas dimensiones de interacción abren un espacio para el encuentro en el mutuo respeto, amplían las dimensiones de configuración de la dinámica social.

Pero si constituye una apertura de un espacio que no se abre al encuentro del mutuo respeto sino que aparece la posibilidad de la manipulación, el intento de control, por ejemplo, con la propaganda, es una cosa distinta. La propaganda no es un vehículo de comunicación social, es un instrumento de manipulación.

Al mismo tiempo, la mostración de que hay algo es una apertura para la mirada y la reflexión. Entonces, depende de la emoción con la cual se hace. Si yo estoy mostrando con el objeto de seducir de modo que la otra persona consuma un producto mío, estoy haciendo una cosa completamente distinta a si estoy mostrando para que el otro sepa lo que hay y actúe desde su comprensión y desde sí mismo.

Estos sistemas de comunicación, como Internet, van a modificar los espacios de relación, pero va a depender de cómo se usen. Por ejemplo, cuando hace algunos años aparecieron los radioaficionados, con el desarrollo de la radio, la gente se comunicaba, se establecían amistades, se producían una serie de cosas por medio de la cual la gente se comunicaba a través de la radio. Las personas aparecían allí.

En Internet, ¿aparecen las personas? Si aparecen las personas va a ser como en el sistema de los radioaficionados. Si no aparecen las personas, si a Ud. le ponen en Internet cosas que Ud. no quiere, se entrometen en su vida, es otra cosa. Va a aparecer la manipulación, la pornografía. La pornografía no sólo tiene que ver con el sexo, es cualquier actividad humana usada con un criterio manipulativo y comercial.

Si Ud. toma el arte y lo distorsiona para la manipulación y el comercio, lo transforma en pornografía. El problema es que, a esta altura, uno no tiene el control, no puede decir que no porque las cosas se le meten allí.

PS: Desde el nacimiento de los medios, la televisión en sus comienzos, como algo más ingenuo, la radio, hasta las megacorporaciones actuales hay un momento de apertura y luego, una reificación…

HM: Bueno, depende de las tecnologías. Por ejemplo, la radio. Empieza como un sistema de transmisión al mundo, como un árbol que lanza sus semillas, y que el que oye, oye y el que no oye, no oye. Después aparecen los radioaficionados que conversan entre sí. Es otra cosa.

Lo que la televisión lanza al mundo, no es un sistema de encuentro con el otro a través de ella, es un sistema de lanzamiento, como la planta que lanza sus semillas al mundo.

Yo no interactúo con la televisión, no tengo cómo interactuar con ella. Si hay encuentro entre las personas, la nueva tecnología tendrá un carácter distinto a si no lo hay.

Cuando las personas se encuentran aparece la dinámica de la biología del amor. Se encuentran, conversan, se respetan o se rechazan.

Pienso que las tecnologías por sí mismas no hacen nada. Somos los seres humanos los que usamos las tecnologías. El énfasis en las tecnologías es un error, o casi un engaño. Porque uno hace promesas a través de la tecnología que no dependen de ella sino de lo que las personas hacen con la tecnología.

Notas
Otros artículos del autor en Perspectivas Sistémicas Nº 2, 3, 31 y 38.
Nos referimos a la entrevista realizada a Gianfranco Cecchin, Publicada en el número 43 de Perspectivas Sistémicas (”Los prejuicios Sistémicos”, también publicada en artículos on line).
El artículo fue publicado en Perspectivas Sistémicas Nº 47 de Julio /Agosto 1997.

miércoles, 4 de julio de 2007

USO, ABUSO Y DEPENDENCIA EN RELACION AL CONSUMO DE SUSTANCIAS PSICOACTIVAS


Hablamos de uso de sustancias psicoactivas, cuando su consumo es ocasional, relacionado con sólo unos pocos acontecimientos, sin llegar a que se produzca dependencia ni habituación a la sustancia, ni repercusiones negativas en áreas importantes de la vida de una persona (la familia, el trabajo, los amigos, la pareja, salud física y psicológica...).

El abuso, según la Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV) implica la presencia de una o más de los siguientes cuatro condiciones, en algún momento, durante un período de 12 meses:

1) Consumo repetido de la sustancia que implica dejar obligaciones laborales, académicas o del hogar.

2) Uso repetido de la sustancia en situaciones que implican riesgo físico para la persona.

3) Su consumo conlleva repercusiones legales (multas, deudas, juicios...).

4) Se sigue consumiendo a pesar de los problemas sociales y personales que está creando la sustancia

Por tanto el abuso es un mal uso ya sea por la cuantía de sustancia ingerida o por la finalidad con que se consume. No obstante, también existen malos usos que no llegan a la categoría de abuso, por ejemplo usar el alcohol para afrontar situaciones sociales en que uno siente una enorme vergüenza por las críticas ajenas. En estos casos aunque no se cumplan los criterios para abuso existe un claro riesgo de que así sea. Además de que se está cerrando la puerta a otras formas de afrontar los problemas (por ejemplo hacer frente a los pensamientos que hay detrás del miedo a las críticas).

La dependencia se produce como consecuencia de repetidos abusos. Según Asociación Psiquiátrica Americana (DSM-IV), para poder diagnosticarla como tal, es necesario que se den al menos tres de las siguiente condiciones o criterios durante un período de 12 meses (aunque períodos más cortos también pueden requerir de una intervención):

1) Tolerancia o habituación: necesidad de aumentar progresivamente las dosis para conseguir los mismos efectos que anteriormente, o manteniendo la misma cantidad de la droga se produce un disminución de los efectos esperados.

2) Síntomas ante la abstinencia o supresión de la sustancia: El síndrome de supresión o abstinencia se produce cuando se deja de ingerir súbitamente la droga.

3) Se usa la sustancia en mayor cantidad o por un período más largo de lo que la persona en un principio pretendía.

4) Deseo persistente de consumir la sustancia, y uno o más esfuerzos inútiles por controlar o suprimir el consumo.

5) Gran parte del tiempo se emplea en actividades relacionadas con la obtención, consumo y recuperación de los efectos de la sustancia.

6) Reducción importante o abandono de actividades sociales, laborales o recreativas a pesar de tener consciencia de que se padece un problema físico o psicológico provocado o empeorado por la sustancia.